El enigma no resuelto de Jack el Destripador

Jack el Destripador

Entre los años 1888 y 1889, se produjeron en el empobrecido barrio de Whitechapel una serie de horrendos crímenes cuyo eco sigue llegando hasta nuestros días, acrecentado por el hecho de que su autor nunca fue atrapado. El mito generado por Jack el Destripador y sus atroces actos, han generado gran cantidad de teorías, novelas, libros de investigación y hasta películas. No hay otro criminal en la historia tan famoso y a la vez, desconocido.

Pero no vamos a detenernos a hablar de sus crímenes, sino de los ríos de tinta que ha hecho correr este personaje, así como de las principales teorías que se barajan acerca de su identidad. Los tres sospechosos que se barajaron nos encontramos a nada menos que a James K. Stephen, el tutor del príncipe Albert; a John Druit, profesor de escuela con problemas mentales y que apreció ahogado tras el último asesinato de Jack y finalmente con el favorito de muchos investigadores, sir William Gull, médico personal de la Reina Victoria.

En el año 1993, fue publicado el supuesto diario del Destripador, pero un análisis forense determinó que la tinta era posterior a la época victoriana en la que vivió Jack. También la escritora Patricia Cornwell publicó un libro titulado «Retrato de un asesino», en el que exponía su teoría de que Jack había sido en realidad el pintor Walter Richard Sickert.

Otro nombre que se barajó fue el de nada menos que el del propio príncipe Alberto, quien contaba 28 años en el momento de los sucesos y murió, poco después de que éstos cesaran, en un hospital privado. La afición del príncipe por la caza y las mujeres fueron los cimientos de la sospecha. También se especuló con que la enfermedad que acabó con su vida no fuese la neumonía, sino la sífilis contraída de sus frecuentes devaneos amorosos.

Según el escritor Phillipe Jullien, las notas del médico de la familia real William Gull hacían referencia a la frágil estabilidad emocional del príncipe, atormentado por sus fuertemente reprimidas tendencias homosexuales. Curiosamente, Jullien no dejó prueba alguna de sus afirmaciones, ni en vida ni tras su muerte. Por otra parte, el príncipe no se encontraba en Londres durante los asesinatos, sino que estaba de visita en Escocia.

El libro «Jack el Destripador, la solución final» de Stephen Knight, se nos cuenta como Joseph Sickert, hijo del pintor Walter Sickert, había conocido en persona al misterioso asesino, confesando al autor del libro la identidad del Destripador poco antes de fallecer. Por si esto fuera poco, la masonería comenzó a aparecer cada vez más en las nuevas teorías acerca del supuesto sabotaje a la investigación.

Knight propone la posibilidad de que el príncipe Alberto tuviese un romance ilícito con una mujer católica llamada Anne Crook y con la que había tenido una niña llamada Alice, hecho que conocían las cinco mujeres que poco después aparecerían en las calles de Londres. La misma reina Victoria encarga a William Gull, con la ayuda del cochero real John Nestley, que solucionen el problema para que la noticia no llegue a los medios de comunicación (y arruine la buena imagen de la familia real). Al médico no se le ocurre mejor forma que asesinar a las cinco desdichadas mujeres, lo cual encaja muy bien con los manifiestos conocimientos de cirugía que poseía Jack.

Pero esta teoría contradice las notas del propio Gull, en las que afirmaba que al príncipe le atraían más los hombres que las mujeres, además, omite un detalle importante y es que Gull sufrió en 1887 un grave ataque de parálisis, lo cual le incapacitó para poder ejercer la medicina, no digamos ya cometer tan terribles atrocidades.

Sea como fuere, la figura de Jack el Destripador se ha convertido en algo tan deleznable como atractivo, haciendo correr tanta tinta hoy en día como sangre en su momento.

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Categorias: Historia de Londres



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