El azote de la Peste Negra en Londres
La ciudad de Londres ha vivido a lo largo de su historia grandes alegrías, pero también terribles desgracias. Desde su fundación como asentamiento romano, ha sido saqueada, destruida y reconstruida y también ha pasado por una serie de periodos de hambruna y pobreza, pero sin duda el peor azote que sufrió la ciudad fue el brote de Peste Negra de 1665.
Aunque no hay registros que concreten la primera aparición de la Peste Negra, sí que sabemos que ésta llegó desde Oriente hasta Crimea (en Italia) en el año 1346. En apenas cinco años terminó con la vida de casi 25 millones de personas por toda Europa, para luego seguir surgiendo eventualmente aquí y allá durante más de cuatro siglos. La última aparición de un brote de Peste Negra registrada en Europa se produjo en el año 1720.
Londres fue duramente castigada en 1665 por la peste, y aunque los registros nos hablan de unas 30 mil víctimas, debemos aumentar considerablemente la cifra, ya que ante el miedo de ser llevados a una zona de cuarentena y encerrados, muchos londinenses escondían los cuerpos de sus familiares afectados el mayor tiempo posible, acrecentando con ello las posibilidades de contagio. También hubo muchos casos de personas que huyeron a otras ciudades al saber que sus familiares tenían la enfermedad, lo que propiciaba la extensión de la plaga.
Los tratamientos médicos resultaban ineficaces a la hora de curar, siendo un mero «parche» que no salvaba vidas. Los bubones son grandes ampollas (de las que deriva el nombre de Peste Bubónica) que presentan los enfermos en las axilas y las ingles, aunque pueden aparecer en el cuello y otras zonas; éstos eran quemados con sustancias causticas o simplemente drenados.
Ante la ineficacia de tales métodos, los médicos comenzaron a negarse a recibir pacientes, suponemos que en parte también por el miedo que debía provocar la perspectiva. Después de un año de pesadilla, la epidemia fue remitiendo poco a poco hasta desaparecer más o menos por el Otoño del año 1666, aunque ese año aun guardaba una nueva desgracia en forma de incendio.
Aunque la Peste Negra, durante sus 4 siglos de existencia, dejó una terrible estela de víctimas y diezmó a la población europea, forzó importantes cambios en la sociedad medieval. La pérdida de influencia de la Iglesia Católica (que nada había podido hacer por sus fieles), la falta de mano de obra en los campos (que propició la contrata de campesinos, en lugar de esclavizarlos) y las tan necesarias precauciones higiénicas que se hicieron imprescindibles en cada ciudad, fueron en parte el motor para salir del atraso medieval y las opresivas sociedades feudales.

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